El objetivo de Javier Milei de llevar la inflación a niveles cercanos al 1% mensual se enfrenta a un largo camino, según los antecedentes de países que atravesaron procesos similares. De acuerdo con un informe de Infobae, experiencias como las de Israel, Chile y Colombia muestran que estabilizar precios en economías de alta inflación puede llevar entre tres y seis años, incluso con políticas de fuerte disciplina fiscal y reformas estructurales.
En el caso de Israel, que enfrentó hiperinflación a mediados de los años 80, el proceso de estabilización implicó un acuerdo entre el gobierno, empresarios y sindicatos, con control del gasto público y un cambio en el régimen monetario. La inflación bajó del 400% anual a cifras de un solo dígito, pero el sendero fue complejo, con ciclos de avance y retroceso.
Chile también enfrentó altos niveles de inflación durante las décadas del 70 y 80, y recién en los 90 logró establecer un régimen de metas explícitas que permitió consolidar expectativas. La clave fue la autonomía del Banco Central, el anclaje fiscal y una política cambiaria gradualista. En promedio, tardó más de cinco años en perforar el 1% mensual de manera sostenida.
Colombia, por su parte, experimentó un proceso más lento pero persistente. La transición hacia un esquema de inflación baja comenzó en los 90 y se consolidó en los 2000, con el fortalecimiento de la institucionalidad monetaria y una menor dolarización informal de la economía.
En comparación, Argentina tiene desafíos adicionales: un nivel de informalidad elevado, fuerte bimonetarismo, alta dependencia del gasto público y restricciones externas que complican la acumulación de reservas. A pesar de haber logrado una reducción importante en el ritmo inflacionario desde el pico de diciembre de 2023, los analistas advierten que mantener esa tendencia requerirá sostener el superávit fiscal, evitar shocks cambiarios y reconstruir la credibilidad del peso como unidad de ahorro.
El gobierno de Milei apuesta a que la continuidad del ajuste y la liberalización progresiva generen un cambio de expectativas que permita consolidar la desinflación. Sin embargo, todavía persisten dudas sobre la profundidad de las reformas estructurales y la capacidad política del Ejecutivo para sostener el rumbo en un contexto de alta conflictividad social e institucional.
La historia regional demuestra que bajar la inflación no es una tarea de corto plazo, sino un proceso que requiere consistencia, paciencia y respaldo político. La pregunta que se hacen los economistas es si la Argentina de 2025 tiene las condiciones para iniciar y sostener ese sendero.